lunes, 20 de octubre de 2014

LAS MENTIRAS DEL PP ESCRITO POR UN EX DIPUTADO DEL PP PARA EL DIARIO.ES


Las promesas (mentiras) políticas

Jamás un partido en el poder había convertido en papel mojado la totalidad de su programa y sus promesas
Rajoy, preocupado por la economía en la UE pero seguro de que lo peor ya pasó
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. / Efe
"Solo una cosa no hay. Es el olvido"
J. L Borges
Con tantas desgracias que asuelan el país, como la pésima gestión del ébola y las tarjetas negras de los más inmorales de Bankia, entre otras, parece que la nefasta realidad de acontecimientos sucesivos marca sobre qué escribir. Pero hay temas de fondo que deben recordarse periódicamente. Quiero referirme al valor de la palabra y las promesas de los políticos, su engaño indisimulado y la tolerancia que amplio sector de la población tiene sobre ello.
Ciertamente, el tema del aborto ya es historia. El del exministro contrarreformista, prehistoria. Sólo flota el corcho supremo, que únicamente aspira a seguir y seguir, dejándose llevar por la inanidad. El corcho llegó a la máxima altura, cuando habría conseguido lo mismo –llegar al Gobierno– sin haber abierto la boca. Pero no, desplegó un cúmulo de promesas y compromisos muy claros y firmes. La también vaciedad y desastre absoluto de su antecesor le habrían llevado igualmente a La Moncloa sin haberse comprometido a nada el aspirante.
Se presentaba trasmitiendo la imagen de que ellos sí que eran gente seria, cuando los cañetes, matos y demás han demostrado ser una tropa impresentable. Si no fuese por la tragedia que dejan en los sectores más vulnerables, más que seriedad, sus tres años mandando (más que gobernando) parecen una caricatura inversa de Gabi, Fofo, Miliki y Fofito.
Pero no porque hagan gracia, sino porque se están riendo de una gran mayoría de la ciudadanía, amparados además por un control sin parangón de los medios de comunicación históricos que nunca fueron tan sumisos al poder como ahora. Eso les permite intentar tapar el hecho de que jamás un partido en el poder había convertido en papel mojado la totalidad de su programa y sus promesas. Ciertamente todos los gobernantes en todos los sitios dejan aparcada alguna medida que habían anunciado. A veces porque asumida la responsabilidad de gobernar, comprueban que son irrealizables. En otros casos, porque eran un gancho electoral. Acaso, porque las circunstancias posteriores lo impiden. En otros casos, era sencillamente una mentira.
La ciudadanía nos hemos acostumbrado en demasía a que eso suceda. Se lo admitimos o, al menos, con unos márgenes que los políticos van ensanchando... Porque les dejamos. De las mentiras y promesas olvidadas tendrán ellos la culpa, pero también todos nos podíamos preguntar por qué no les castigamos por ello ante incumplimientos importantes que presentaron, con solemnidad y cinismo en su momento, como firmes compromisos ante la sociedad.
Me sucede con ello como con la corrupción: si les castigáramos severamente con nuestros votos por estas actitudes, el robo y la mentira, tendrían más cuidado de futuro. Somos demasiados perdonavidas, bien porque son de los nuestros (en cada caso) o bien porque ha calado la idea de que todos son iguales. ¡Yo no me resigno!
Si todos hacen algo de eso, incumplir y falsear sus promesas, en el caso del PP supera todos los límites. Jamás ningún partido gobernante incumplió tantas promesas. Además, en bastantes materias han hecho absolutamente lo contrario. Sin ningún reparo, sin pudor ni explicación alguna y sin ninguna palabra de disculpa. En el ámbito de impuestos, en medidas sociales, en regeneración democrática (ja, ja, ja), en justicia, etc, son inmensas las decisiones radicalmente inversas a lo que habían anunciado. Eso sumado a lo incumplido, deja un panorama desolador para el valor de la palabra en la política. No es que valga poco sino que la dirección actual la ha reducido a nada. ¡Sigo sin resignarme!
Pero, atención, había una iniciativa que llevaban en su programa electoral que, aunque a algunos no gustase, engarzaba con una parte de su electorado. Era la reforma y restricción del aborto. Con ello han estado mareando tres años a los partidarios y los contrarios. Cuando parecía que podrían lograr lo imposible: cumplir una sola de sus promesas electorales, decidieron retirarla. Algunos, felices, sacaron pecho poniéndose medallas y hablando de la presión social. Algo hay de eso, pero la razón real de la retirada es la inanidad e indiferencia absoluta del corcho. Sólo busca sobrevivir, aunque se hunda todo. Otros, desde un sector de la derecha, braman, al sentirse, con razón, decepcionados.
Pero hay una cuestión importante que hay que destacar: era el incumplimiento de la única promesa que iban a realizar (aunque era más severa que la idea inicial) y el motivo de su retirada está muy alejado de lo que son convicciones (¿pero tienen?). Sólo responde a una conveniencia electoralista e interesada, de seguir en el poder (que, consideran, les pertenece). Con ello creen evitar el rechazo de sectores progresistas. Pero yo no conozco a nadie de este perfil, ni siquiera desde el centrismo, que les vaya apoyar por la mera retirada de este proyecto.
El ministro promotor de la reforma acumuló, en este tiempo, disparates, incumplimientos, barbaridades y distorsiones de su programa sobre el modelo judicial y de justicia. Le dejaron hacer sus compañeros. Pero llegado algo que, según su gurú, no les venía bien por razón de votos, dejaron al autor y a su medida en la estacada (aunque con un suculento retiro económico). Gallardón no tuvo la gallardía de irse, sino la obligación, tal y como actuaron con él. Ni un réquiem o elogio fúnebre. Ni le conocen, casi.
Con él cae otro de los que llevan lustros de años flotando. Quedan muchos. No sólo en el Gobierno. También los clónicos ¿renovados? del principal partido de la ¿oposición?. Ojalá que se hunda definitivamente el desprecio que nos tienen. La permanente mentira en la que están instalados es, claramente, una importante razón para desalojarles.
Les contaré un chiste: "Rajoy anuncia, respondiendo a sus convicciones, un promesa electoral en la campaña para las generales de 2015". Aplausos de los abundantes serviles y carcajadas de la inmensa mayoría de españoles.

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