martes, 25 de junio de 2013

ESTUDIARAN LOS RICOS Y MENDIGARÁN LOS PPOBRES

Las becas son para los pobres (y por eso las recortan)

La foto se tomó en la década de los sesenta en el patio del colegio de Nuestra Señora del Pilar, la cuna educativa de la élite de Madrid durante el franquismo. El segundo de la fila de atrás por la derecha es el jovencito José María Aznar. A su lado, un tal Juan Villalonga, su compañero de pupitre, al que años después Aznar nombraría presidente de Telefónica. En este mismo colegio también estudió José Ignacio Wert. Y Pío García Escudero. Y Juan Abelló. Y Alfredo Pérez Rubalcaba. Y Juan Luis Cebrián. Y Luis María Ansón. Y Rafael Arias Salgado. Y Alberto Cortina. Y Alberto Alcocer. Y Javier Solana… Y tantos otros alumnos de familias bien, de los que nunca han necesitado una beca para poder estudiar.
El Nuestra Señora del Pilar es un buen colegio, pero no el mejor. En la clasificación de la Comunidad de Madrid aparece en el puesto 26, por detrás de otros centros de zonas más humildes que el exclusivo barrio de Salamanca de la capital; le ganan varios colegios públicos de Léganes, Coslada o Torrejón de los que casi nadie ha oído hablar. ¿Por qué razón entonces hay esa enorme concentración de políticos y empresarios entre los antiguos alumnos del Pilar? La respuesta es bastante obvia: porque no tienen las mismas oportunidades en la vida los hijos de familias pudientes que los de las clases populares. Porque no es lo mismo un fulanito que un Wert o un Aznar.
Los alumnos de familia bien siempre se pueden permitir algún desliz; " unos años irregulares, por decirlo de alguna manera", como cuenta de sí mismo José María Aznar en su autobiografía. Estas son sus notas del preuniversitario: un 6,4. Una décima menos de lo que ahora quiere exigir José Ignacio Wert para que un alumno de una familia sin recursos pueda estudiar.
“La pregunta que hay que hacerse es si ese estudiante que no puede conseguir un 6,5 está bien encaminado o debería estar estudiando otra cosa”, asegura José Ignacio Wert. Su argumento es falaz, pues mezcla el esfuerzo con el derecho a la educación. Demuestra a las claras el desprecio clasista de un José Ignacio Wert que no tiene ni la más remota idea de lo que supone tener que dejar los estudios por no poder pagarlos. No se lo puede ni imaginar. Nunca lo ha visto: es imposible que se pueda poner en su lugar.
No es lo mismo un 6,4 para todos los estudiantes. Si te llamas Aznar, de los Aznar de toda la vida, puedes llegar a presidente del Gobierno; si eres un fulanito de familia humilde y necesitas la beca, con ese mismo 6,4 tendrás que dejar la universidad y convertirte en otro joven parado sin formación. No es tampoco idéntico el esfuerzo que tiene que hacer un alumno que solo estudia que el de aquel joven que, además de estudiar, necesita trabajar de camarero para pagarse la universidad. La trampa añadida es que todos los alumnos de la universidad pública están becados –casi el 80% del coste real de la matrícula lo paga el Estado–, pero no todos tienen que enfrentarse a los mismos obstáculos para poder seguir estudiando. Es tan obvio el dislate que hasta el propio Partido Popular no quiso respaldar las palabras de un José Ignacio Wert elitista y prepotente que cada día se retrata más.
La verdadera pregunta que hay que hacerse es si ese ministro al que los españoles otorgan una nota del 1,7 en el CIS no debería estar haciendo otra cosa.

"La mejora de eficiencia se hace a costa de las clases populares"

El sociólogo José Saturnino Martínez considera que la reforma del sistema de becas aumenta las desigualdades: "Deja fuera a los que no pueden pagar".
José Saturnino Martínez García
José Saturnino Martínez García.
José Saturnino Martínez es doctor en Sociología por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). Fue vocal asesor en el Gabinete de José Luis Rodríguez Zapatero entre 2007 y 2011 y en la actualidad es profesor de Sociología en la Universidad de La Laguna. Experto sobre desigualdades en Educación, colabora con el espacio de debate político Agenda Pública.
Las reformas en el sistema de becas, ¿cómo incrementan la desigualdad?
Hay dos puntos fundamentales. El primero, es que genera incertidumbres entre aquellos más sensibles a ellas y, el segundo, es que la mejora de la eficiencia se hace a costa de las clases populares. La exigencia de nota sólo es para los más pobres, sólo recae sobre la parte más débil, por lo que se quedan fuera los que no pueden pagar desde el momento en el que la nota es un requisito fundamental.
¿A qué se refiere con las incertidumbres?
Porque de un año para otro cambiará el dinero disponible para becas. Habrá una bolsa de dinero y los becados no siempre serán los mismos de un curso para otro. Las familias no van a poder planificar los estudios universitarios de sus hijos porque no van a saber si al año siguiente podrán seguir disponiendo de ayudas. La inseguridad es enorme precisamente para quienes más necesitan saber si van a tener o no dinero para los estudios de sus hijos. Las personas que menos dinero tienen son las más sensibles a los riesgos, las que más se retraen si hay incertidumbre económica.
¿Dónde radica el principal cambio con el sistema actual?
En época de José Luis Rodríguez Zapatero se puso en marcha un sistema que traía de cabeza a Hacienda, porque consistía en no poner un límite al dinero para las becas, sino en dar becas a quienes cumplían una serie de requisitos. La clave estaba en los requisitos, no un fondo dado que se repartía hasta que se agotara. En términos presupuestarios era complicado, porque las partidas no eran previsibles, había flexibilidad.
¿Y cómo será ahora?
La LOMCE mantendrá una parte de los requisitos, pero, en líneas generales reduce la cuantía del dinero destinado a becas y, por otro, aumenta la nota hasta el 6,5  para conservarlas. Habrá un dinero determinado de becas y de beneficiarios, en lugar de lo que había antes, en el que el dinero se adaptaba a los estudiantes que cumplían con los requisitos.
¿Cuál es el perfil del estudiante universitario?
Hay que tener en cuenta que el fracaso escolar, es decir, los que no pasan de la ESO, afecta al 30% de las clases más bajas, mientras que sólo al 5% de las clases más altas. En el paso a la universidad, que en el caso de la pública está subvencionada con dinero público, ya se produce una brecha.

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